viernes, 7 de febrero de 2014

Dominar los nervios para hablar ante el público


 Por: Héctor A. Salinas Atuesta
         Estudiante de Comunicación Social 
         





Hablar ante público siempre genera nervios que se pueden manejar aplicando algunas técnicas, pero sobre todo, si vamos lo suficientemente preparados. Es obvio que el dominio de un tema radica en la práctica constante; por lo tanto, si aspiramos a que nos vaya bien, debemos ensayar hasta que logremos un dominio absoluto.



Lo que a mi personalmente me invade de preocupación cuando voy a intervenir ante un público es no ir preparado. Es una intranquilidad por el resultado lamentable que advierto  antes de comenzar. Es como un juicio reprochable que me hago previamente por no haber ido preparado. Esa falta de seguridad y confianza desemboca indiscutiblemente en una ansiedad y angustia constante.

No quiero decir con esto,  que los nervios no irrumpen, mientras se esté preparado. No. Eso sería una falaz mentira. Tampoco sería muy natural que un ser humano no sienta  nervios. Sería un robot. Los nervios son un don natural de nuestro Dios Supremo. El ser humano fue creado por Dios, con estímulos, sentimientos, reflejos, sensaciones, nervios y mecanismos de defensa  que nos permiten protegernos a través de diferentes formas de reacción.

Resultados de estudios científicos han revelado, que los nervios estimulan una reacción inmediata en el cuerpo que le permiten al ser humano comportarse mucho más ágil ante una eventualidad. Los nervios propician un mayor flujo sanguíneo hacia los músculos, produciendo más destreza y mejor capacidad de reacción.



Es bien sabido que un manejo inverso de nuestro potencial humano, repercute de manera negativa sobre nosotros. La mente humana, tiene un gran poder para ayudarnos, pero también para destruirnos, sino no la utilizamos efectivamente. La psicosis y el negativismo nos producen serias complicaciones y daños irreversibles.  No dejemos que los nervios nos afecten.


El efecto que producen los nervios es directamente proporcional a la intensidad y a la manera en que se asuman. Me explico: Si les damos demasiada importancia, no los podremos alejar; mientras que si les restamos protagonismo, desaparecerán. Solo es cuestión de entrar en confianza.


Aunque parezca paradójico, en algunos casos, los nervios, resultan ser de gran valor, y muy particularmente,  en la oratoria, porque incitan al expositor a compenetrarse  con la gente, aspecto éste que influye positivamente para ganarnos la confianza del auditorio.  El buen orador es el que logra no solo comunicarse efectivamente con su público, sino el que logra también una comunicación afectiva. En este sentido, el orador debe sentirse parte de su público. Debe ser muy ameno, natural, seguro, sencillo, claro y conversador para poder convencer y obtener su propósito.
 

La mayor parte de las personas que constantemente se dirigen al público, ya sean presentadores de radio, televisión; oradores, docentes, conferencistas, políticos, etc., reconocen que al comienzo de toda exposición sienten nervios, lo que a juicio de varios de ellos, los hace actuar más responsablemente. Horacio Serpa Uribe, considerado uno de los más importantes oradores de Colombia, dice: siempre me pongo nervioso cuando voy a intervenir. Cuando empiezo tomo confianza y entonces procuro hacer las cosas como las he planeado. Es un grave error improvisar totalmente, añade.  


Los nervios hacen que la persona adquiera mayor conciencia de su compromiso ante el público; esto lo obliga a estar completamente preparado para entregar lo mejor de sí. Cuando estamos seguros de lo que sabemos no hay razones para ponernos nerviosos. 


Un orador puede controlar los nervios, mientras esté completamente seguro que nadie lo ha notado;  cuando percibe que la gente nota su estado de tensión, entonces, los nervios se intensifican. Cuando esté nervioso, procure que nadie se de cuenta;  sea un actor, de lo contrario podría perder el control.





Hay que tener especial cuidado con el afán. Algunas personas han confesado que el deseo de terminar rápido una exposición les intensifica los nervios y les hace perder la serenidad y el dominio.


Debe haber un orden y una planeación en toda intervención lo cual ayudará a mantener la calma y por qué no decirlo, la paz. Así todo saldrá bien, y no habrá razones para ponerse dramático.  Del manejo que le demos a las ayudas audiovisuales también dependerá en gran medida la serenidad y sosiego, durante el tiempo que transcurra la intervención.
Cuando alguien nos quiera sabotear, mantengamos la cordura y la prudencia para pensar  en una respuesta que no descalifique a quien haya demostrado  antipatía, y que de paso, satisfaga completamente al auditorio. Recuerde que no se debe dejar exasperar porque perdería el control y entonces el descalificado sería usted y su intervención terminaría siendo un fracaso.

Hay que ser humildes. La arrogancia mata al orador. El escritor Álvaro Mutis, recomienda a los oradores, tener humildad. Hay algunos que desean oírse y escucharse así mismos. Cuando el orador comienza a pensar así: “creo que lo estoy haciendo muy bien”, comienza a hacerlo mal. Cuando un conferenciante cae en la arrogancia de inmediato produce un efecto desfavorable.


 El orador, siempre deberá generar entusiasmo y dinámica;  él es el único responsable que su  público se duerma.

La confianza se va ganando a medida que se va entrando en contacto con la gente. Hay que  romper las barreras que  muchas veces nos hacen sentir distantes y aislados de nuestro público y vernos ante ellos como extraños. Por eso es importante ser muy abiertos y generar espacios de interacción para que la presentación  resulte amena dentro de una ambiente de familiaridad, cordialidad, concordia y  entendimiento.

Varios oradores recomiendan practicar ejercicios de respiración unos minutos antes de entrar en contacto con el público. Se asegura,  que estos ejercicios bien realizados permiten una buena relajación  que contribuye a dominar los nervios. La forma de realizarlos es la siguiente:

Se toma el aire por la nariz, preferiblemente con la boca cerrada; hay que ir inflando el estomago a medida que el aire va entrando. Esto permitirá el almacenamiento de una buena cantidad de aire en el estómago que luego, deberá  ir expulsándose de manera muy gradual y lenta por la boca. A medida que el aire va saliendo, notaremos que el volumen del estomago  se va reduciendo. El secreto del ejercicio, está en expulsar  muy lentamente el aire, hasta resistir la mayor cantidad de tiempo. Este ejercicio hay que practicarlo varias veces.



Otra recomendación es practicar la exposición o el discurso en un lugar muy tranquilo, que no sea el auditorio, y preferiblemente frente a espejo o a una cámara de video. El secreto está,  en mentalizarse o hacer de cuenta, que se está frente a su auditorio; para que cuando  –en realidad-  le corresponda estar ante su público, se mentalice de la forma como lo hizo en el  lugar tranquilo, donde ensayo la presentación, haciendo de cuenta que estaba frente al auditorio.

No olvide que la seguridad es lo único que logra vencer el temor. La seguridad se adquiere cuando se tiene la autonomía y la autoridad  en el tema que nos corresponda exponer. Pensemos en nuestros logros, reconocimientos y méritos que hemos tenido para ganarnos el respeto y la confianza de la gente. Seamos muy positivos, en los primeros cinco segundos de nuestra presentación, esto nos dará la fuerza, las ganas y el empuje para romper la tensión.

Hay muchas formas para dirigirse al público a través de una conferencia. La siguiente, es tan solo, una de esas tantas maneras.  Primero, salude a su público; segundo, preséntese; tercero, haga una introducción acerca de la manera como va a desarrollar la conferencia; cuarto, hable del objetivo general y –si es del caso- de los objetivos específicos del tema que va a abordar; quinto,  comience la disertación  de acuerdo a lo planteado en la introducción; sexto, de a conocer las conclusiones; séptimo,  –si usted quiere-  termine con una sesión de preguntas al auditorio.

A continuación entrego un resumen de un material publicado en la página.
http://www.bkcolombia.com/articulos/superarmiedos.pdf; sobre las causas, acciones y técnicas para superar el miedo, según  Manuel  Cerón.


Las causas.


Lo primero que tenemos que hacer para dominar el miedo es establecer las causas que lo producen. Para poderlo enfrentar,  voy a mencionar algunas de las causas:

Inseguridad, miedo a la burla, a la derrota, a la censura.  El miedo presenta una gama de expresiones que generalmente comienzan con la preocupación  y luego nos llevan al temor.





El miedo al fracaso o a la derrota, debido a suponer o anticipar fallas en el desempeño personal, nos impide actuar adecuadamente a pesar de tener los talentos y habilidades para hacerlo.

Miedo a tener miedo, nos impide ver al mundo y a la gente con simpatía y nos muestra como arrogantes y displicentes.


Miedo a triunfar, responde al deseo inconsciente de evadir nuevas responsabilidades o retos, por considerar que no se pueden enfrentar; también puede ser miedo a la crítica o a la envidia.

Miedo a la Opinión de los demás, surge por la creencia de no ser aceptado por las personas del entorno.

Miedo a ser recriminado por no estar de acuerdo con los demás; es la sumisión que solo nos lleva a actuar con fundamento en los conceptos de los demás, en lugar de basarnos en nuestro propio potencial.

Miedo a fallar, desconocer o desconfiar de la propia capacidad limita a la persona. Lo extraño del miedo es que siempre surge ante un peligro real o imaginario, sin embargo en los momentos difíciles acudimos a Dios. Cuando lo hacemos con verdadera fe, adquirimos una fuerza espiritual que nos ayuda a superar los temores.


Las acciones


Hay  que comprender y aceptar que el miedo es algo muy importante

Evitar declaraciones o suposiciones que ponen en duda nuestro potencial, son un excelente caldo de cultivo para el miedo. Apartémonos de estas consideraciones nos llevan a experimentar miedo y frustración.




Dar pasos de firmeza para contrarrestar la negatividad. La práctica del pensamiento positivo estabiliza la mente y ayuda al intelecto a discriminar y tomar decisiones.




Practicar relajación,  hace que sincronicemos los hemisferios izquierdo y derecho, que observemos las situaciones desde la perspectiva correcta y a que dirijamos los pensamientos en la orientación deseada.

Convencernos de nuestras fortalezas y sobre los resultados positivos que vamos a tener, desconociendo los nervios. Reflexionar sobre los efectos positivos de actuar sin preocupaciones.


Las técnicas.


Desarrollar afirmaciones positivas e inspiradoras también ayuda a superar las restricciones generadas por el miedo. La afirmación: ¿Si Dios está conmigo quien puede estar contra mí? 

En nuestro interior yace sumergido un gran poder que normalmente no utilizamos, que es el entusiasmo, la confianza y las energías positivas.

Terapia emocional racional, consiste en darse cuenta que el miedo es un sentimiento irracional, del cual me puedo desprender generando pensamientos positivos para contrarrestarlos; recordemos que los pensamientos generados afectan los 75 billones de células del cuerpo.


Conocimiento espiritual, tener acceso a información de carácter espiritual da seguridad y ayuda a manejar el miedo.





Manejo de la respiración, en situaciones que generan miedo, se debe inhalar varias veces con respiración abdominal, esto es, llenando el abdomen al inhalar y contrayéndolo al exhalar, esto ayuda a oxigenar las células del cuerpo.





Meditación, es una técnica fácil y agradable que puede practicarse de manera individual o colectiva, se inicia relajando las diferentes partes del cuerpo para experimentar levedad física, manteniendo la espalda recta y el cuerpo en una posición cómoda, para disipar la tensión de los músculos; se relajan los pies, las piernas, los brazos, la espalda, los hombros y la cara, luego se proyectan y experimentan pensamientos y sentimientos positivos, concentrándose en la naturaleza, cualidades y características esenciales de la energía espiritual que somos cada uno de nosotros.

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